El otro Imperio Cristiano

El Mito de la Revolución Masónica

lunes, 22 de febrero de 2010

El Mito de la Revolución Masónica



La verdad sobre los masones y la Revolución Francesa, los iluminados y el origen de la masonería moderna. (Edición Española)

Eduardo R. Callaey
Nowtilus, Madrid, 2007

Adquiéralo en

Casa del Libro
Cúspide (Argentina)


Prologo de Jorge Sanguinetti

Musas de Jonia y Sicilia han afirmadoque hay que unir las dos tesisy decirque el Ser es, a la vez, Uno y Múltiple,y que el odio y la amistadmantienen la cohesión.En efecto, su desacuerdo es un eterno acuerdo.

Las voces más débiles han abandonado este rigor,y dicen que tan pronto el Todo es Uno,gracias a la amistad de Afrodita,como múltiple, en lucha consigo mismo,bajo el influjo de algún Odio(Platón, El Sofista, 242 d.)

Las Musas de Jonia y Sicilia son Heráclito y Pitágoras; las voces más débiles se refieren al complicado Empédocles que terminó su vida arrojándose al Etna.El Uno y el Otro, la Multiplicidad del Uno, El Uno no es igual ni desigual a sí mismo o a Otro, temas de Platón en sus últimos años cuando mejor manifestaba su intuición metafísica del Ser, cuando trataba de expresar casi lo inexpresable, que el ser es Uno y Múltiple a la vez; y esto en todos los órdenes, porque siempre es el mismo Ser el que se manifiesta en el Todo y en Cada Uno.

Si Platón habla del Ser, no se refiere a una abstracción filosófica, sino al resultado de la meditación sobre la Naturaleza y sus criaturas. Las abstracciones son simples, las ideas puras, como los colores puros, no tienen partes; los seres reales en cambio, hasta el más pequeño protozoario, hasta la menor partícula de materia, son complejos y compuestos, para desesperación de científicos facilistas que buscan con ahínco el principio simple nunca alcanzado; para desesperación del político que pretende basarse en principios elementales cuando los requerimientos del buen gobierno multiplican las situaciones y las personalidades en una complejidad que sólo el talento y la paciencia pueden superar.

La multiplicidad del ser es su seguro de estabilidad permanente en el vaivén enriquecido del pasaje existencial de lo uno a lo otro, razón del ser y de la plenitud de la multifacética República; fundamento del caldero incendiado que es el Banquete, donde con toda sencillez, un fauno Sócrates, en medio de los saciados durmientes, completa al alba su discurso, instruyendo a dos de sus enamorados discípulos, que un buen poeta lo es tanto en la Tragedia como en la Comedia: y así reaparecen, a la vez, lo Uno y lo Otro abrazados en una misma realidad.

Eduardo Callaey ha puesto en claro y ha descubierto muchas fuentes, que hacen a la comprensión de los orígenes de la Masonería, y de esa herramienta masónica específica de formación personal que es el simbolismo.Desde los comienzos de la historia ha existido la iniciación, aún en pueblos de bajo desarrollo cultural, como práctica que despierta la capacidad de ver, o dicho de otra manera, como pasaje de superación de la común vulgaridad hacia el descubrimiento de la potencialidades creativas del propio íntimo ser, y en consecuencia al establecimiento de los fundamentos de la cultura y la civilización; sin embargo la Masonería -organizada como una Orden de hombres juramentados en la búsqueda del conocimiento y de la virtud para el logro de la mayor perfección posible del ser humano, institucionalizada en principios, leyes, prácticas y ritos iniciáticos tan bien establecidos que han permitido su rápido desarrollo en los más diversos países y culturas sin perder jamás las características propias- es una creación del siglo XVIII, aunque, como bien lo demuestra Callaey, haya sido la cristalización de tradiciones monacales, templarias, cabalísticas y rosacruces, tradiciones en donde los masones de hoy encuentran a sus maestros y sus modelos fundacionales.

La importancia capital del De Templo Salomonis libro de Beda el Venerable, descubierta por Eduardo Callaey -tratada en su libro La masonería y sus orígenes cristianos, y en el primer volumen de esta tetralogía El otro Imperio Cristiano- no puede descuidarse lo más mínimo, porque cuando Beda se propuso centrar en el Templo de Salomón la espiritualidad de los maestros constructores de catedrales y palacios, y al describir los aspectos simbólicos de las partes de ese Templo, no hizo otra cosa, ni nada menos, que crear el método de desarrollo personal que la Masonería ha asumido como método característico y gradual de perfeccionamiento de la personalidad humana.

Cierto es que Beda tenía alto conocimiento del método simbólico de los Padres de la Iglesia y de las prácticas de la Cábala, pero es él quien le imprime el estilo propio de interpretar los símbolos y convertirlos en modelos emblemáticos de conducta y vida espiritual.“Como un río que atraviesa un lago, sin perderse en él” esta tradición iniciada por Beda fue atravesando tiempos y lugares manteniendo siempre encendida la antorcha de la espiritualidad laica, fecunda en hallazgos ingeniosos para las necesidades de cada época, auténtica sal de la tierra, que, superando dogmas y fundamentalismos, fue la serena creadora y multiplicadora de la semilla original en todos los órdenes de la actividad humana. ¿Qué otra cosa ha sido esta estupenda saga masónica que hilvana Eduardo Callaey, sino la historia de esa energía de Renovación en el Orden, de Humanismo en el Espíritu, la historia de ese Espíritu que alienta por dentro toda la estructura?Hasta el siglo XVIII. Hasta allí la unidad y la multiplicidad fueron custodiadas por hombres y doctrinas, dentro de una ágil jerarquía, por la cual siempre se tenía el derecho de ascender una vez cumplidos los requerimientos de formación y de fidelidad a los principios que eran el sostén de todo el cuerpo masónico. Cábala, hermetismo, el Temple y la Rosacruz: fueron los estudios y doctrinas rectoras de las logias francesas y alemanas, las cuales hallaron en estas formas de la espiritualidad los principios que les posibilitarían superar la desorganización surgida de la rápida expansión y del masivo ingreso de nuevos miembros a la Orden. Espíritus selectos y de rara excelencia intelectual como Martinez de Pasqually, Dom Pernety y el titánico Jean Baptiste Willermoz, lograron superar la vulgaridad reinante por medio de estas fascinantes escuelas de pensamiento, y edificaron estructuras jerárquicas estables que permitieron el ordenado actuar de las logias junto al progreso de sus miembros, que era precisamente lo que se buscaba, es decir hacer de la Masonería el espacio adecuado para la renovación armónica de los hombres, de la sociedad y de los públicos reinos.

Pero no fue suficiente para contener la avalancha feroz de la popular revancha que se venía gestando ya desde los albores del Renacimiento y que llevaba en sí la rebelión contra el trono y el altar, y contra todo orden que se opusiera a los deseos y pasiones de la ignorancia y el fanatismo. Rebelión tan desesperada que se metió en las logias, generó odios y violencias nunca vistos, y dejó a la Orden dividida hasta nuestros días en dos campos al parecer irreconciliables: los que hacen de la Masonería un club político activo envuelto en la contienda profana y que promueve, eliminando toda jerarquía de conocimiento y tiempo de madurez, los desordenados derechos de un masón libre en la logia libre; y los que, siguiendo las huellas tradicionales, quieren vivir una espiritualidad que lleve a sus miembros a adquirir los conocimientos y virtudes que les permitan descubrir, como verdaderos epoptes, más allá de las pasajeras ideologías, la palabra perdida fecunda capaz de lograr una auténtica renovación de las propias filas y de la sociedad.

La lectura del presente libro conducirá al lector a comprender la profundidad de este quiebre de la historia. Verá también la supervivencia de la sociedad masónica regular que, como verdadero seguro barco en la tormenta, se ocupa de recuperar lo que no está del todo perdido: se trata de apostar a la energía profunda del corazón humano para expandir sus miras más allá de toda diferencia, para convivir, fraternalmente y sin divisionismos, en una sociedad Una y Múltiple, unida en la aceptación del Otro distinto, pacífica en la comprensión de que las diferencias son circunstanciales, mejor aún que no existen sino como aspectos exteriores que no afectan la convivencia armoniosa y fecunda de los hombres buenos, pues al decir de los Antiguos Deberes, estas bases harán de la francmasonería un centro de unión y el medio de establecer una estrecha y sólida amistad entre personas que, fuera de ella, hubieran debido permanecer siempre extrañas.

En este libro la capacidad de búsqueda y análisis de su autor, Eduardo Callaey, adquiere la maestría de quién, no solamente indaga los hechos de esta aciaga y dolorosa historia, sin considerarse ajeno a ella, sino que está comprometido en cuerpo y alma con la Orden a la que pertenece, ama y quiere ver recuperando por completo esa fuerza de inteligencia y bondad que es la causa de su permanencia en el tiempo y la verdadera razón de su existencia. ¿Es que no es ya la hora de que los masones de las diversas obediencias comprendan que la gran oportunidad de hoy es admitir la variedad de criterios y consolidar, por encima de ellos, la riqueza fecunda de la Unión sin reproches en la Paz y la Amistad?

Tal es a nuestro parecer la implícita inquietud que yace en sus escritos, y el cordial motor que lo mueve y sostiene en su tan ardua, y en realidad compleja, labor.No nos queda sino esperar sus próximos libros que cierran la colección con la historia contemporánea de la Masonería. Entonces nuestra satisfacción y nuestro agradecimiento serán cumplidamente plenos.

1 comentario:

  1. Me gustaría intercambiar libros. Mis tres libros, por la versión digital de este. Puedes descargar la versión Pdf en los comentarios de este vídeo:

    http://www.youtube.com/watch?v=DkFTPAVSvhs

    Tengo suficientes datos como para deducir inequívocamente, que intencional mente, o por ignorancia, logias como esta nos han llevado literalmente al Diablo.
    Y es el momento de corregir el problema de raíz.

    Saludos

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